Distintas visiones de Europa se superponen constantemente. La que sigue es la propuesta que el presidente del Gobierno italiano ha defendido desde el inicio de su mandato.
Rafael Guillermo LÓPEZ JUÁREZ (traducción)
El proyecto europeo se da de bruces día sí y día también con numerosas presiones que le vienen de dentro y de fuera de sus fronteras. Su más que evidente falta de respuesta a los continuos desafíos a los que se enfrenta, desde la crisis de deuda soberana hasta la crisis de los refugiados, han sembrado desilusión en una parte cada vez mayor de los ciudadanos europeos. Conscientes de las ventajas que el proyecto ha traído y sigue trayendo al continente, los Ministros de asuntos exteriores de los seis países fundadores (Alemania, Francia, Italia, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo) se reunieron en febrero en Roma. Su intención era comenzar a reflexionar sobre cómo dar un impulso nuevo a Europa. Dos días más tarde, en forma de carta pública a Mario Calabresi, nuevo director del diario La Repubblica, Matteo Renzi, presidente del Gobierno italiano, explicó la posición que desde el comienzo de su mandato defiende para nuestro continente. LA MIRADA EUROPEA propone la versión española del texto italiano.
Querido director:
En estos veinticuatro meses de gobierno he sido objeto de las atenciones de Eugenio Scalfari. Lo considero un honor, por la estima que siento por el fundador del diario La Repubblica, voz entre las voces más eminentes del periodismo italiano. El asunto al que ha dedicado los últimos días me impone intentar responder a lo sustancial. Voy directamente al grano: tengo un gran respeto por el debate que se ha creado y sobre el que Italia ha de opinar y opina, pero la cuestión del Súper Ministro europeo de Hacienda no es lo esencial. Hoy el problema de la economía de la Unión no es el Súper Ministro, sino la dirección, porque —esta es la tesis de nuestro Gobierno— en los últimos años Europa se ha equivocado de camino. Y si verdaderamente guardamos un profundo afecto por las instituciones europeas debemos conseguir que se escuche nuestra voz: lo hacemos por Europa, no por Italia.
Lo explico sucintamente: en ocho años de presidencia democrática, Estados Unidos ha priorizado crecimiento, inversión e innovación. Europa ha elegido austeridad, moneda y rigor. A nivel económico, Estados Unidos está mejor que hace ocho años; Europa en cambio está peor. Este sería el resumen para un titular de periódico o, si lo prefiere, para un tuit: Obama ha hecho bien, Barroso no.
Con la austeridad no basta. Además, los países que han crecido en Europa lo han hecho solo porque han violado de forma macroscópica las reglas del déficit: pienso en el Reino Unido de Cameron, que ha financiado la bajada de impuestos llevando el déficit al 5%, o en la España de Rajoy, que ha acompañado el crecimiento con un déficit medio de casi el 6%.
Si un tratamiento no funciona, tras ocho años podemos hablar de ensañamiento terapéutico.
El problema no son las reglas, por tanto; el problema es la política económica de esta Europa nuestra.
Que conste que no cuestiono el problema de las reglas. Italia respeta las reglas, con un déficit que este año será el más bajo de los últimos diez años (2,5%). Alemania en cambio no respeta las reglas con un superávit comercial que sigue estando por encima de las peticiones de la Comisión. Y sin embargo, Italia ha vuelto a crecer gracias al empuje del consumo, al sentimiento de confianza de los ciudadanos, a la reforma laboral y a las reformas que cuestan esfuerzos, aunque son necesarias.
El problema no son las reglas, por tanto; el problema es la política económica de esta Europa nuestra.
Antes de elegir a súper ministros, quizá deberíamos aclarar cuál ha de ser la política económica. Porque con austeridad sola moriremos.
Hablemos ahora de Italia. La batalla que hemos llevado a cabo en estos meses, a diferencia de lo que algunos defienden, en clave interna no da rédito. Otros afirman que permite ampliar los consensos. No lo sé, no me fio de los sondeos, casi siempre se equivocan.
Uno es líder si tiene la fuerza de cambiar lo que proclaman los sondeos.
Si hubiese escuchado los sondeos, nunca habría aceptado el reto de dar un futuro a esta legislatura, imponiendo un paquete de reformas en el que ya no creía nadie.
Si hubiese escuchado los sondeos, nunca habría cargado sobre mis espaldas el desafío de las elecciones europeas de 2014. Y sin embargo ganamos, o mejor dicho, ganamos por goleada.
Si hubiésemos escuchado los sondeos, no habríamos promovido nuestra visión política en temas como el de las migraciones, comenzando por las misiones en África, desde Túnez hasta Ghana, de Nigeria a Senegal, del Congo a Angola. Y sin embargo hacerlo es lo correcto.
Creo que el deber de un político no es seguir los sondeos. Uno es líder si tiene la fuerza de cambiar lo que proclaman los sondeos. Hay que convencer a los ciudadanos.
Italia no crea polémica en Europa porque haya un problema de consenso interno. Votaremos en Italia después del referéndum inglés, después del nuevo Gobierno español, después de las elecciones en Francia, en Alemania, en los Países Bajos y en Austria. Somos —puede parecer una paradoja— el país con mayor estabilidad en Europa. Por tanto, no tenemos problemas en este sentido.
Nosotros tenemos Europa en nuestros corazones.

Con todo, nosotros, los italianos, también tenemos que cambiar. Por un lado están los demagogos, los que querrían salir del euro, los partidarios de la Lega Norte y del Movimiento Cinco Estrellas. Por el otro tenemos a aquellos que piensan que lo que dice Bruselas es siempre y en cada caso la verdad, independientemente del contenido, y que es nuestra tarea obedecer solo las decisiones ya tomadas en otros lugares. Se equivocan, los unos y los otros.
Nosotros, los italianos, tenemos que ser conscientes de que Europa son nuestras raíces, que es nuestro futuro, y que si Italia no se hace escuchar es un problema para todos. Por ello, si alguno de nosotros le solicita a Bruselas más atención a lo social, al crecimiento, al servicio civil europeo, a la innovación digital, a la simplificación burocrática, no es un aguafiestas aislado.
Italia ha enviado y continuará enviando propuestas concretas en ciertos campos, sobre las que, por cierto, están trabajando en este momento varios equipos coordinados por Pier Carlo Padoan. La raíz del asunto, sin embargo, es si, frente a esta crisis de representación que en numerosos países está poniendo patas arriba a los partidos tradicionales, Europa será capaz de reencontrar el camino de la política.
Esto supone una estrategia global sobre la inmigración, compuesta de cooperación internacional más que de vallas con concertinas.
Esto implica una visión unitaria del sistema financiero, sobre todo en este periodo de gran turbulencia, incluso para algún banco alemán.
Esto supone desarrollar reglas comunes para la selección de los candidatos llamados a guiar Europa, comenzando por las primarias para la presidencia de la Comisión.
Hace algún día visité un lugar emblemático: la isla de Ventotene. Vi con dolor como años de degradación han reducido la prisión de Santo Stefano a puro escombro. Con todo, en aquellos escombros sufrieron los padres de la patria, los paladinos de la Resistencia. Vi la celda de Sandro Pertini, los rincones donde debatían Spinelli, Rossi y Colorni (¿puedo recordar también a Ursula Hirschman?). Junto al ministro Franceschini y al presidente Zingaretti, decidimos lanzar una nueva gran iniciativa para Europa, para formar a sus jóvenes, para educar a las futuras clases dirigentes. En Ventotene surgió el sueño europeo. Hoy, cuando parece destinado a descomponerse en el veneno del egoísmo y en las barreras del miedo, volvemos al ideal, volvemos al horizonte, a la visión. El Gobierno italiano organiza ya programas de formación para esta nueva generación de líderes europeos. Porque el único modo de hacer vivir la memoria es legándosela a la siguiente generación.
En el crecimiento y en las primarias, en la formación de nuevos europeos y en la dirección de la política económica, en la Europa social y en la lucha contra los egoísmos y contra los miedos nacionales, Italia está presente. Y lo está en la primera fila, para trabajarse su parte, día tras día. En la primera fila sin timidez, con la fuerzas de las ideas; en la primera fila por la potencia —me lo permitirá, en este caso— de nuestra identidad cultural y económica.
En la primera fila está, pero no para ganar tres votos más en las elecciones, sino para dar un futuro a nuestros hijos. Porque esto, al fin y al cabo, es lo que de verdad vale.
Matteo RENZI, presidente del Gobierno italiano
Léala en italiano:
Renzi: “La Ue sbaglia, di sola austerity si muore” (11/02/16), por Matteo Renzi (en italiano).
Siga leyendo:
El camino que nos espera: una iniciativa de los miembros fundadores para fortalecer la cohesión de la Unión Europea (09/02/16), comunicado conjunto (en inglés).
Una estrategia política europea conjunta para el crecimiento, el empleo y la estabilidad (22/02/16), propuesta del Gobierno italiano a la Comisión Europea sobre futuras reformas en Europa (en inglés).