Esta Europa, sí. El último Consejo Europeo ha sido histórico. Las medidas adoptadas, que dan vida a una incipiente unión fiscal de facto, hermana gemela de la unión monetaria introducida en Maastricht, nos permiten afirmar (con alegría) que hemos cambiado de paradigma. Por primera vez desde la crisis constitucional del 2005, las conquistas históricas podrían erigir una nueva Europa, pero para lograrlo conviene que no nos engañemos en exceso.
Autor: Rafael Guillermo LÓPEZ JUÁREZ
Existe un europeísmo benigno y eso es lo que celebramos. Por todo lo vivido juntos estos últimos setenta años y por todo lo que quedaría por vivir en prosperidad compartida si cambiáramos el enfoque antes de que el hundimiento de la Unión fuese irreversible. Lejos de mensajes vacíos, hoy recordamos que Italia, Francia, Alemania y los Países Bajos se acercan al abismo de manera acuciante. Y no siempre por razones erróneas.
No hizo falta el Brexit. En el último Consejo Europeo bastó con el rechazo a la apertura de las negociaciones de adhesión a Macedonia del Norte y a Albania.
Es inverosímil proponer lo mismo de siempre y pretender que los ciudadanos lo sientan diferente. La propuesta del Consejo Europeo de nominar a la conservadora alemana Ursula von der Leyen como próxima presidenta de la Comisión es sin duda legal, pero lanza un mensaje nocivo al electorado europeo, dando argumentos a los que caricaturizan las instituciones europeas como el cortijo de una élite despegada de los ciudadanos.
El Parlamento Europeo está ante una decisión histórica que podría situarlo en la cúspide del entramado institucional o relegarlo a la sombra del Consejo Europeo. Desde un punto de vista institucional, estamos ante uno de los momentos más fascinantes de la historia de la integración europea.
Votemos hoy por quienes nos ofrecen esperanza en lugar de odio, por los que suman y no dividen. Si hay una Europa que valga la pena, es aquella que construya un futuro donde quepamos todos, en el que haya oportunidades de prosperidad individual y colectiva.
Querían crear una nueva generación de europeos y aquí los tienen. A diferencia del resto de familias políticas, Volt es el primer partido que nace con un gen 100% paneuropeo. Fundado hace dos años por un italiano, una francesa y un alemán, han logrado presentarse a las elecciones europeas en ocho Estados miembros, España incluida.
La extrema derecha usa artificios lingüísticos y conceptuales para acercarse al poder. Evoca un «patriotismo» renovado y salvador, una «Europa de naciones» melodiosas y una lucha sin cuartel contra las «élites» económicas de esta Europa «burocrática y despótica», pero todo esto no son más que patrañas.
Ahí donde la Izquierda Europea se enquista con ideas vagas y palabras que invocan tiempos pasados, Yanis Varoufakis y su alianza Primavera Europea presentan el programa más pormenorizado de estas elecciones, con propuestas concretas para repensar Europa de forma mayúscula, desde una perspectiva de izquierdas.
Los verdes europeos, con escasa representación en España, llegan a esta cita electoral con un programa que parece diseñado para atraer a los jóvenes de hoy y construir la sociedad del mañana.