Por qué el Reino Unido es más soberano quedándose en la Unión

Brexit, una palabra en boca de todos. Este neologismo, que combina los términos «Britain» (Gran Bretaña) y «exit» (salida), hace referencia a la posible secesión del Reino Unido de la Unión Europea. Si bien a la relación entre ambos nunca le ha faltado escepticismo, la creciente popularidad del Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP, United Kingdom Independence Party) presionó al primer ministro británico, David Cameron, a que en 2013 prometiera que, si era reelegido, convocaría un referendo a más tardar en 2017 sobre el asunto. Ha cumplido. Tras intensas negociaciones, el Gobierno británico alcanzó un acuerdo con el Consejo Europeo en febrero de 2016, que hasta el momento ha sido la base para su campaña a favor de la permanencia del país en la UE en vistas de la consulta del 23 de junio de 2016. A un mes y medio de la votación, LA MIRADA EUROPEA propone el análisis de Clarissa Göbel sobre la separación y sus consecuencias.

Clarissa GÖBEL

Varias semanas antes del referendo, las encuestas están que trinan. Si la posibilidad de autoexclusión está recogida en el artículo 50 del tratado de la Unión Europea (TUE), la secesión de un Estado miembro constituiría un caso sin precedentes en la historia de la integración europea. Ni el Gobierno británico ni los defensores de la salida han concretado qué tipo de divorcio se produciría en caso de que ganara el sí, pero podríamos considerar tres opciones:

  1. Una separación completa: esto implicaría suspender toda la legislación europea. Puesto que se abriría un vacío legal sin precedentes, nadie está en principio a favor de esta fórmula.
  2. Una salida de la unión política permaneciendo en el espacio económico europeo (EEE): ya existen casos parecidos como los de Suiza y Noruega, pero es una fórmula incómoda porque el Reino Unido seguiría contribuyendo al presupuesto europeo y continuaría sometido a la legislación de la UE, sin poder influir, eso sí, en su contenido. Dicho de otro modo, el Reino Unido perdería soberanía, sin contrapartidas.
  3. El híbrido: los defensores de la salida promueven en cambio un escenario en el que el Reino Unido pudiese alejarse de la legislación europea cuando no le pareciese adecuada al tiempo que incorporase todas aquellas leyes que le conviniesen, transformadas al British style.

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TRES ARGUMENTOS PARA MARCHARSE

Recuperar la soberanía. Dado que la UE ha sido incapaz de resolver correctamente la crisis del euro y los flujos migratorios, los secesionistas afirman que transferir nuevas competencias a las instituciones europeas solo agravaría la situación. Para ellos, los países de la eurozona pueden actualmente imponer a todos los Estados miembros de la Unión una política que beneficie a los primeros. Sin embargo, ellos saben que para salvar el euro es urgente avanzar hacia una unión política que, a medio plazo, supondría centralizar en Bruselas nuevas competencias. Desde la adhesión de Europa central en 2004, el Reino Unido ha pasado en el Consejo de Ministros de un 17% de poder de decisión en 1973 (año de su adhesión) a un 8%, lo que refleja, afirman los separatistas, una obvia marginalización de los intereses británicos en el seno de la Unión. De este modo, sigue el argumento, abandonar Europa podría permitir al Reino Unido «recuperar la soberanía perdida en Bruselas»: tras negociar una nueva relación con la UE, el país podría mantener el acceso al mercado único sin tener que someterse al principio de supremacía del derecho europeo o al proyecto de unión política, dos aspectos innecesarios para ejercer el libre comercio, aducen.

Defienden los partidarios del Brexit que en la Unión no se corrigen los defectos de la arquitectura comunitaria incluso cuando los resultados son a todas luces cuestionables, como es el caso de la Política Agrícola Común o de la actual configuración del euro.

Acelerar la recuperación económica sin la UE como obstáculo. Defienden los partidarios del Brexit que la armonización reguladora ejercida por la UE frena el crecimiento porque esta impide corregir los defectos de la arquitectura comunitaria incluso cuando los resultados son a todas luces cuestionables, como es el caso de la Política Agrícola Común o de la actual configuración del euro. Además, afirman que la UE es hostil a las nuevas tecnologías, como las biotecnológicas. Según el think tank Open Europe, actualmente el coste de la regulación europea asciende a los 333.300 millones por año para las arcas británicas. Asimismo, los partidarios de la opción rupturista afirman que salir de Europa permitiría al Reino Unido tener una capacidad mucho mayor de firmar acuerdos bilaterales de libre comercio con regiones que crecen más que la UE, como es el caso de las potencias emergentes, de Japón, de Estados Unidos y de Australia, pues se liberaría de la lentitud que supone consensuar una posición entre veintiocho Estados miembros.

Proteger el Estado del bienestar británico. El país ha sido lugar de destino de un número considerable de inmigrantes provenientes de otros Estados miembros: entre 2004 y 2010, 1,5 millones de ciudadanos europeos se mudaron al Reino Unido. Puesto que el derecho europeo prohíbe discriminar a nadie por su nacionalidad, estos inmigrantes pueden disfrutar de los servicios sociales como cualquier británico, lo que multiplica el gasto del sistema financiado por el bolsillo de los contribuyentes. Es evidente que los partidarios del Brexit estiman que dichos inmigrantes no contribuyen al mantenimiento del sistema por medio de sus impuestos y por eso se oponen a su presencia.

Si el Reino Unido sueña con lograr un acceso ilimitado al mercado único excluyendo la libre circulación de personas estará, en efecto, soñando.

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El exalcalde de Londres, Boris Johnson, en plena campaña por el sí con un cartel en el que se lee «Retomemos el control: vote salir».

TRES ARGUMENTOS PARA QUEDARSE

Una influencia sociopolítica menor. Todas las ventajas deseadas por los partidarios de salir dependen de la capacidad de que disponga el Reino Unido para renegociar su relación con la Unión Europea después de la secesión. Sin embargo, huelga decir que la UE no aceptará que ningún exmiembro obtenga lo mejor de estar en la Unión y nada de lo malo. Si el Reino Unido sueña con lograr un acceso ilimitado al mercado único excluyendo la libre circulación de personas estará, en efecto, soñando. La Unión Europea, para eliminar toda duda, se encargará de que las negociaciones sean muy arduas, no vaya a ser que a otros miembros se les ocurra que salir les traería más beneficios y menos obligaciones que permanecer en el club.

La UE es un motor multiplicador que permite que el país ejerza su soberanía con mayor fuerza a escala europea, no al revés.

No conviene olvidar que todas las competencias que hasta hoy se han transferido a Bruselas han necesitado del apoyo unánime del Consejo Europeo, es decir, han contado con el apoyo explícito del Reino Unido. Por si fuera poco, el país ya disfruta actualmente de numerosas cláusulas que lo eximen de ciertas normas y obligaciones europeas. Sin remontarse a muy lejos, el pasado febrero, David Cameron obtuvo acuerdos favorables de todos los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión en las cuatro áreas que propuso. Esto demuestra que la Unión es capaz de reformarse y que los intereses británicos están lejos de quedarse al margen.

Recordemos también que el Reino Unido es el segundo país, solo después de Alemania, que más ha disfrutado de puestos de alto rango en Bruselas. Como prueba valdría nombrar al actual comisario de asuntos financieros, el señor Jonathan Hill, que controla una cartera clave para el buen funcionamiento de la economía británica.

En resumidas cuentas, ser miembro de la Unión Europea confiere al Reino Unido mayor influencia que aquella con la que contaría si se fuera. La UE es, en efecto, un motor multiplicador que permite que el país ejerza su soberanía con mayor fuerza a escala europea, no al revés.

Mientras el Reino Unido quiera vender sus productos en el mercado único, este deberá cumplir, fuera o dentro de la Unión, con la regulación y con los estándares que le dan forma y que se deciden en Bruselas.

Pérdidas económicas por los impedimentos al intercambio comercial. Aunque el Reino Unido abandonase la UE, su posición geográfica no cambiaría: dado que el comercio disminuye con la distancia física, la proximidad del mercado único hace que este desempeñe hoy y mañana un papel fundamental en la economía británica. En la actualidad, la mitad de las exportaciones de bienes británicos y el 42% de las de servicios se realizan al resto de países miembros de la Unión. Es esencial recordar que mientras el Reino Unido quiera vender sus productos en el mercado único, este deberá cumplir, fuera o dentro de la Unión, con la regulación y con los estándares que le dan forma y que se deciden en Bruselas. En otras palabras, solo como miembro completo de la UE, y no de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA, por sus siglas en inglés), como defienden los partidarios del Brexit, el Reino Unido podrá tener voz e influencia en la configuración de dichas normativas, por lo que si saliese perdería capacidad de decisión.

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David Cameron en el Consejo Europeo de febrero de 2016 antes de lograr el acuerdo deseado.

Además, para comerciar con el resto del mundo el Reino Unido deberá negociar acuerdos bilaterales de libre comercio, algo que suele durar años. Puesto que el país representa un mercado considerablemente más pequeño que el europeo (este último cuenta con 500 millones de consumidores), el Reino Unido sería mucho menos atractivo a ojos del mundo, lo que disminuiría su capacidad para negociar acuerdos favorables. De la misma manera, salir del mercado único supondría un golpe a los intereses financieros del país: la economía británica cuenta hoy con un 50% en el reparto de ciertos segmentos de los mercados financieros mundiales. El atractivo de Londres como centro financiero depende de su capacidad para conducir negocios a lo largo y ancho de Europa. Qué sucedería con las empresas que hoy, gracias a su pasaporte británico, pueden llevar a cabo actividades en toda la Unión es una pregunta a la que nadie ha respondido.

El debate británico y el referendo deberían ser una oportunidad histórica para que llevemos a cabo un debate honesto e inclusivo sobre el futuro de la UE.

El riesgo de rasgar el cosido de la sociedad británica. Las críticas al «turismo social» todavía hoy adolecen de evidencia empírica; en cambio, se multiplican los estudios que muestran cómo los inmigrantes son contribuyentes netos de la economía británica. Parece osado que, por esta razón sin evidencia empírica, millones de británicos deban solicitar permisos de viaje y de residencia cada vez que quieran moverse por el continente o residir en alguno de sus Estados. La salida del Reino Unido de la UE no solo supondría un daño de consecuencias imprevisibles para el proyecto europeo que, con gran éxito, ha logrado unir a los pueblos europeos para construir la paz y la prosperidad, sino que también pondría en peligro la integridad misma del Reino Unido: si Inglaterra votara a favor de la secesión y Escocia en contra, se volverían a despertar las llamadas a votar por la independencia, pues de todos es sabido que los escoceses son mayoritariamente favorables a la UE. Por último, en caso de producirse la secesión, la frontera entre Irlanda del Norte y el resto de la isla se volvería frontera externa de la Unión, lo que provocaría un aumento de la tensión en un contexto ya complicado entre ambas partes.

IRSE, PROPUESTA INÚTIL

Como demuestra este somero análisis, la salida del Reino Unido de la Unión Europea no supondría beneficio alguno para el país. Lo conveniente, por tanto, es que permanezca. No es la primera vez que referendos nacionales relacionados con temas europeos se han visto influidos por asuntos internos: el debate sobre el Brexit en el Reino Unido también está completamente centrado en los intereses a corto plazo del país. La aparición de Cameron en los papeles de Panamá no hace sino agravar el riesgo de que el próximo 23 de junio los británicos descarguen su frustración contra su gobierno, sin pensar en lo que verdaderamente está en juego. Es por ello por lo que es absolutamente necesario que los medios de comunicación británicos y europeos sepan explicar con claridad qué consecuencias acarrea la secesión.

Visto con perspectiva, el referendo británico no es más que otra manifestación del escepticismo creciente en toda Europa ante la UE. Urge a esta Europa, sumida en varias crisis, reconstruir la confianza y demostrar su supremacía frente al nacionalismo. El debate británico y el referendo deberían ser una oportunidad histórica para que llevemos a cabo un debate honesto e inclusivo sobre el futuro de la UE. Como alemana lo digo, nos lo debemos.

Clarissa GÖBEL se encuentra en vías de finalización de un máster en asuntos europeos en el Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po). Graduada en economía y en ciencias políticas, se considera simultáneamente europea, habitante del valle del Rin y alemana. Capaz de comunicar en alemán, inglés, francés y español, está convencida de que es absolutamente necesario que se produzca un debate europeo sobre cómo hacer realidad la inherente promesa de la Unión Europea de promoción de un bienestar social y económico para todos los ciudadanos del continente.

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El Reino Unido forma parte de Europa, lo quiera o no (22/02/16), por Nick WITNEY, del European Council on Foreign Relations (en inglés).

El mito de la soberanía británica (17/03/16), por André SAPIR y Guntram B. WOLFF, de Bruegel (en inglés).

El Brexit pone en peligro el predominio de Londres como centro financiero (10/03/16), por Pia HÜTTL y Sylvia MERLER, de Bruegel (en inglés).