Ahí donde la Izquierda Europea se enquista con ideas vagas y palabras que invocan tiempos pasados, Yanis Varoufakis y su alianza Primavera Europea presentan el programa más pormenorizado de estas elecciones, con propuestas concretas para repensar Europa de forma mayúscula, desde una perspectiva de izquierdas. Puede gustar más o menos, pero lo cierto es que ningún partido ha sido tan claro en su visión ni tan detallado en sus medidas. El principal obstáculo, sin embargo, lo supondrá como siempre la división de la izquierda.
Rafael Guillermo LÓPEZ JUÁREZ
Con la virtuosa excepción de Podemos en España, parece que la Izquierda Europea no termina de tomarse en serio su papel político. A pesar de su profuso diagnóstico de los retos que tenemos por delante, sus miembros suelen perderse en declaraciones de principios, continuas denuncias sin propuestas y luchas internas; con una excepción.
Yanis Varoufakis, Benoît Hamon en Francia y Baltasar Garzón con Gaspar Llamazares en España han logrado conformar una alternativa progresista llena de contenido concreto, aunque su aplicación efectiva es más conflictiva.
LA IZQUIERDA EUROPEA: ¿UN FANTASMA RECORRE EUROPA?
Si alguna vez produjo mayorías, que tampoco, el tono marxista del manifiesto de la Izquierda Europea hoy espanta más que suma. Leyéndolo, salta a la vista que no hay forma de que superen el lenguaje obrero y anticapitalista del pasado, que tanto les impide convencer. Frente a las declaraciones de principios, parece que hoy los ciudadanos tienden a preferir soluciones pragmáticas a problemas concretos.
Empieza el manifiesto de la Izquierda Europea con la frase «una nueva esperanza nace y recorre Europa», que recuerda al mítico inicio del Manifiesto Comunista «un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo». Y no se queda ahí: todo el texto está plagado de términos con reminiscencias marxistas hiperbólicas como la «explotación capitalista», el «capitalismo vía única», la «emancipación humana», menciones al «comunismo», el uso del adjetivo «radical», o también la «represión antisindical», el «neoliberalismo» y la idea de «intensificar las luchas que cuestionan la economía de mercado». Todo un poco bélico y antiguo. No obligatoriamente falso, pero sí antiguo.
Frente a las declaraciones de principios, parece que hoy los ciudadanos tienden a preferir soluciones pragmáticas a problemas concretos.
El lenguaje guerrillero se ve claramente es un pasaje que reza: «Hoy, sea la que sea nuestra opinión global sobre el proyecto de tratado constitucional en discusión, nos oponemos a un directorio de grandes potencias. No aceptamos tampoco su voluntad de imponernos criterios económicos ultraliberales y una militarización que nos lleva a una regresión social considerable». Se entiende que están en contra de muchas cosas, pero no se ve muy bien a favor de qué están.
Para ellos la socialdemocracia es una tercera vía «fracasada», la alternativa es «una izquierda radical» y rechazan las políticas neoliberales de la OMC y del FMI y también la OTAN. En el manifiesto uno encuentra muchos principios, todos progresistas, pero las medidas prácticas están más difuminadas. Quizá por esta falta de concreción en sus discursos Violeta Tomić, una de sus dos candidatos a presidir la Comisión Europea, obtuvo solo un 5% de aceptación durante el Debate de Maastricht, organizado por POLITICO.

Propuestas, en efecto, hay pocas en ese manifiesto, y las que hay se parecen a las del movimiento de la Primavera Europea. Por ejemplo, proponen modificar el Pacto de Estabilidad para hacerlo más flexible y también desean ampliar las reglas del Banco Central Europeo, así como establecer parámetros sociales en las decisiones económicas de la UE. Defienden un impuesto europeo a los movimientos de capitales y que la UE trabaje para fortalecer los Estados de Bienestar nacionales. Para ellos, la igualdad de oportunidades es clave, por ello defienden un mayor papel del Comité de Regiones y del Comité económico y social de la UE en el proceso decisional de la UE. Asimismo, defienden una Europa feminista, abierta e inclusiva.
LA PRIMAVERA EUROPEA: UNA IZQUIERDA PARA EL SIGLO XXI
Caso distinto es el de la Primavera Europea, una alianza impulsada por el exministro griego de finanzas Yanis Varoufakis y su movimiento político DiEM25, que sí ha logrado reinventarse con un lenguaje moderno y con ideas que, si bien en ocasiones son de difícil aplicación, suenan muy bien a un electorado descontento con el estado actual de la UE que busca un cambio europeísta algo más que cosmético.
La desgracia para los propios izquierdistas es que siempre están divididos. La razón concreta de la escisión es precisamente el manifiesto presentado por la Izquierda Europea que, sumado a sus «continuas luchas internas», según explicaba Varoufakis en una entrevista con EURACTIV, no parece ser el camino hacia delante sino más bien la fórmula para desaparecer.
A pesar de las divisiones, la Primavera Europa es en sí misma una lograda unión de partidos europeos, entre los que destacan Actúa en España, del exjuez Baltasar Garzón y Gaspar Llamazares, y el movimiento Génération.s del exlíder del Partido Socialista francés Benoît Hamon, así como otros partidos como la alemana Democracia en Movimiento, el griego MeRA25, el danés Anternitivet, el portugués LIVRE y el polaco Razem, entre otros.
El programa de la Primavera Europea es el más concreto y detallado de todos los programas presentados para estas elecciones.
Yanis Varoufakis, que no se presenta por Grecia sino por Alemania, se postula como candidato a presidir la Comisión Europea, pero no deja de ser ficticio, pues seguramente el movimiento no logrará grupo propio para proponerlo (ni lo aceptarán los jefes de Estado y de Gobierno en el Consejo Europeo). Varoufakis ha llamado a menudo a superar las políticas de austeridad y el mito de que hay un conflicto entre países europeos, algo que alimenta en su opinión a partidos de extrema derecha. Su objetivo, por tanto, es transformar la UE: los partidos que la conforman comparten una visión crítica y alternativa de la UE, pero no con el ánimo de superarla, como quieren los euroescépticos, sino con la intención de transformarla.
El programa de la Primavera Europea es concreto y detallado. O mejor dicho, es el más concreto y detallado de todos los programas presentados, tanto que recomendamos a los lectores que hablen inglés que lo ojeen porque es el partido que más se ha tomado en serio estas elecciones. Entre las medidas incluidas en el documento se nombra una inversión masiva de quinientos mil millones de euros para transformar el mercado energético de la UE y se estima que será necesario el 5% del PIB de la eurozona para conseguir que el sistema de transporte europeo sea verde y lograr un desarrollo sostenible de las energías renovables. Todo esto financiado con bonos emitidos por el Banco Europeo de Inversiones, con una cobertura de 25 años.
Entre las reformas políticas más importantes que defienden está la de dotar al Parlamento Europeo de iniciativa legislativa, actualmente una prerrogativa de la Comisión Europea, y también propugnan la elección directa del presidente de la Comisión Europea por sufragio universal.
Por otro lado, solicitan que se revise la regla del 60% de deuda pues, en efecto, casi ningún país la respeta, ni siquiera Alemania y defienden en su lugar un complejo sistema de conversión de deuda pública. En resumen, lo que proponen es ofrecer a los Estados la oportunidad de convertir su deuda (toda la deuda que esté por encima del 60%) con un préstamo del Banco Central Europeo a un tipo de interés muy bajo, reduciendo la carga de la deuda a corto plazo y ―debido a los bajos tipos de interés― también a largo plazo. También pretenden asegurarse de que el BCE esté protegido de las pérdidas asegurando que sus nuevos pasivos tengan prioridad sobre sus otras obligaciones y obligando al Mecanismo Europeo de Estabilidad a asegurar también sus bonos.
La técnica la dominan; ahora el reto de la Primavera Europea es persuadir a la sociedad de que el rumbo que proponen es el adecuado.
Por último, cabe destacar su propuesta de fondo europeo contra la pobreza. Explican que el BCE obtiene cada año beneficios generados por el propio sistema monetario, algo que en principio no debería ocurrir porque no se trata de un banco privado. La proposición, por tanto, es que el BCE emita cheques a personas que se encuentren bajo el umbral de pobreza, lo que en su opinión no solo resolvería el problema de la pobreza sistémica sino que nos uniría como europeos.
Con estas y otras medidas Yanis Varoufakis y todos los miembros de la Primavera Europea pretenden convencer a una mayoría de ciudadanos de que cuentan con los conocimientos técnicos «para cambiar la idea de que Europa es una fuente de problemas» y empezar a ver que la UE es, al revés, «una fuente de soluciones». Su reto consiste, más que nada, en persuadir a la sociedad de que el rumbo que proponen es el adecuado y de que disponen de la capacidad política para negociar y aplicar su programa en el complejo entramado institucional de la UE.