Al derrotar al corporativismo político de la posguerra, el escrutinio del domingo ha creado una situación inédita. Por primera vez los votantes europeos han elegido a partidos que situaban Europa en el corazón de su proyecto político y que pedían un Estado europeo de pleno derecho, explican los geógrafos Sylvain Kahn y Jacques Lévy.
Sylvain KAHN y Jacques LÉVY
Con frecuencia los cambios sociales se manifiestan en primer lugar en aquello que ya no se menciona. Tras las pasadas elecciones europeas, lo que ya no se menciona es la desaparición o incluso el debilitamiento de la UE. En esta ocasión los ciudadanos europeos han votado su parlamento por primera vez en condiciones similares a las de unas elecciones legislativas «normales»: con temas, partidos y opciones donde escoger.
Es probable que estas elecciones fueran las primeras de una nueva era.
Esto se debe a la combinación de cinco elementos fundamentales.
1. Un aumento significativo de la participación (51%, la mejor en veinte años): Europa interesa a los europeos.
2. Votamos sobre cuestiones europeas y los ganadores fueron los que colocaron Europa en el centro de sus propuestas, bien sea en positivo (progresistas y ecologistas) o en negativo (nacionalistas eurófobos).
3. Los europeos reclamaron un Estado europeo de pleno derecho para Europa: para salvaguardar el clima y la biodiversidad, para tomar medidas económicas y sociales voluntarias, para defender las fronteras y la soberanía económica y geopolítica frente a Rusia, China y Estados Unidos.
4. No hubo más remedio que incorporar los grandes temas europeos en los debates políticos nacionales. Aquellos que no lo supieron ver pagaron un alto precio por ello.
5. Los nacionalistas no lograron un avance espectacular sino que capitalizaron conquistas pasadas, sin más. Así, permanecieron estables donde ya eran fuertes (Hungría, Polonia, Italia, Austria y Francia, donde el partido de Marine Le Pen obtuvo un resultado peor que en 2014) sin observarse dinámicas significativas en otros lugares.
Es probable que estas elecciones fueran las primeras de una nueva era. Durante los últimos diez años Europa se ha tambaleado pero ha resistido. La crisis de 2008 fue una prueba de fuego, pero las decisiones audaces de la UE demostraron cómo una política monetaria unificada y sin complejos, arropada por una moneda continental, podía protegernos de las fluctuaciones de la economía mundial. El manejo caótico de la «crisis de los refugiados» mostró las divisiones de los europeos en materia migratoria pero generó una demanda de mayor soberanía para Europa. Hoy, además, gracias a las políticas públicas de «cohesión», la UE constituye un poderoso motor de desarrollo tan notable que nadie habla de abandonarla, menos aún en el Este. Por último el Brexit, que dividió profundamente a los británicos, ha fortalecido la unidad de los europeos.
Los populistas se quedarán atados de manos porque sus votantes ya no quieren abandonar la UE.
El nuevo Parlamento Europeo, elegido por escrutinio proporcional, es reflejo de las grandes orientaciones políticas de la sociedad europea en su diversidad y en sus convergencias. Esta vida política es en sí misma el resultado de una sociedad europea vibrante que las rentas y el corporativismo político de la posguerra habían ocultado. El hecho de que el Consejo de la Unión Europea, la cámara alta, esté compuesto por los jefes de gobierno nacionales ilustra lo arcaico que resulta su estructura. Estas elecciones, además, han puesto fin al duopolio entre la «izquierda» y la «derecha» de «gobierno». Las políticas públicas que se decidan en el nuevo Parlamento Europeo no solo tendrán en cuenta la dimensión continental de los retos que tenemos por delante, sino que concebirán Europa como sociedad constituida: con su geometría variable, con sus distintas divisiones en función de los asuntos que haya que resolver y de las líneas de acción.
Se está conformando a escala europea un proyecto de sociedad multinivel.
Los populistas, a su vez, se quedarán atados de manos porque sus votantes ya no quieren abandonar la UE y porque aprueban el programa Erasmus, el euro, Schengen y el cuerpo de guardia de fronteras. La reconfiguración política europea impulsa aún más las reconfiguraciones nacionales. En Alemania, sin ir más lejos, los dos principales partidos tradicionales han logrado un resultado mediocre en comparación con las elecciones anteriores, a favor de los verdes. El proyecto nacionalista de izquierdas dirigido por los comunistas y sus equivalentes, ya de por sí poco atractivo, se se ha hundido aún más. La extrema derecha, en este sentido, es la que mejor está equipada para acaparar el voto de desconfianza nacionalista a la UE. La inversión de resultados entre el Movimiento Cinco Estrellas, «antisistema, ni de derechas ni de izquierdas», y la Liga es muy ilustrativa de esta circunstancia, como lo es la derrota de La France insoumise. Ahora los políticos se verán obligados a modificar las configuraciones parlamentarias: los socialdemócratas españoles, portugueses e italianos, que progresan, se deberán incorporar al nuevo grupo progresista en vías de formación, mientras que los dos grupos tradicionales, el Partido Popular Europeo y el Partido Socialista Europeo, que quedan debilitados, deberán reinventarse.
Se está conformando a escala europea un proyecto de sociedad multinivel, desde el local hasta el global, en el que aquellos que pensaban que el nivel nacional bastase seguirán contando pero a la defensiva, como movimientos «provinciales». Como cuando las corrientes nostálgicas, lideradas por líderes agrarios cuyos privilegios se veían amenazados, desafiaron, a finales del siglo XIX y principios del XX, la construcción de marcos públicos nacionales. Los europeos han enviado, al fin y al cabo, un mensaje bastante claro. Para resolver sus problemas, los ciudadanos desean gobernarse a sí mismos a escala nacional pero, para lograrlo, disponen de una herramienta de la que saben que ya no pueden prescindir: la Unión Europea.
Traducción de Rafael Guillermo LÓPEZ JUÁREZ
Este artículo fue publicado en francés en Libération el 27 de mayo de 2019. Los autores han dado su consentimiento expreso para publicarlo en español en LA MIRADA EUROPEA.
Sylvain KAHN es historiador y geógrafo, miembro del laboratorio Géographie-Cités (universidades Paris I y VII) y del Centro de historia de Sciences Po, donde es profesor especialista en asuntos europeos. Se unió a la radio France Culture en 2006 para producir Planète terre, el programa de geografía y temas globales de France Culture. También fue columnista de Les Matins.
Jacques LÉVY es profesor de Geografía y de ordenación del territorio en la Escuela Politécnica Federal de Lausana, en Suiza, donde es director del laboratorio Chôros y codirector del Collège des humanités. Entre sus temas de investigación destacan la geografía política, Europa y la globalización, las teorías del espacio individual y social, la epistemología de la geografía y las ciencias sociales, la cartografía, la planificación urbana y el desarrollo espacial.
Ambos autores acaban de publicar juntos Le Pays des Européens (Odile Jacob, 2019).