En estos tiempos en que el mundo entero identifica Europa con alambradas, fronteras, cerrazón e insolidaridad, parece natural concluir que la Unión se ha sentado a esperar su desintegración definitiva. Una encuesta de gran envergadura de la fundación alemana Friedrich Ebert presenta, sin embargo, un cuadro algo más alentador: los europeos son mayoritariamente favorables a proseguir en la senda de «una Unión siempre más estrecha».
Rafael Guillermo LÓPEZ JUÁREZ
La crisis financiera y de deuda soberana que se produjo desde 2008 ha sido la primera gran prueba de fuego para la Europa de la moneda única. La respuesta elegida, lejos de favorecer un crecimiento robusto y sostenido, ha fragilizado al continente y ha favorecido la aparición en ciertos países de Europa de grupos políticos xenófobos y extremos. Sin embargo, la crisis no ha golpeado con la misma intensidad a todos. Hoy es posible observar tres grandes familias: en primer lugar, países como Alemania, Suecia, Dinamarca o Luxemburgo, que se estabilizaron en términos macroeconómicos muy rápido; en segundo puesto, aquellos que, a pesar de haber sufrido un traspiés, ya están en plena recuperación, como el Reino Unido, Austria y Polonia; y, por último, los Estados que, por razones diversas y a intensidades distintas, han sufrido y sufren una recesión especialmente dura. Este es el caso de Irlanda, Portugal, España y, de facto en bancarrota, Grecia. Otros dos países, Francia e Italia, no son clasificables porque se encuentran desde hace años en una situación de estancamiento económico.
En este contexto variopinto sorprende descubrir los datos revelados por la fundación alemana Friedrich Ebert que, en la encuesta The European Union Facing Massive Challenges – What are Citizen’s Expectations and Concerns? de febrero de 2016, relata cuáles son las expectativas, las preocupaciones y los miedos de los europeos. Ocho países fueron seleccionados sobre la base de criterios de representatividad: cuatro miembros fundadores (Alemania, Francia, Italia y Países Bajos); dos países occidentales del sur y del norte de Europa cuya adhesión fue tardía (España y Suecia); y dos de Europa central (la República Checa y Eslovaquia). De estos, tres disfrutan de buena forma física (Alemania, Suecia y Países Bajos), tres sufren todavía (Francia, Italia y España) y dos se encuentran a medio camino (República Checa y Eslovaquia).
QUÉ PREOCUPA A LOS EUROPEOS
Pese a la crisis, casi dos tercios de los encuestados, con poca variación por países, se describen de clase media. Las excepciones son Italia y España, donde el número de ciudadanos que se consideran de clase trabajadora duplica y triplica, respectivamente, a aquellos que se consideran de clase acomodada.
El 79% de los europeos cree que la política de cuotas es la mejor solución para compartir con solidaridad los costes de la hospitalidad.
Asimismo, los europeos parecen tener muy claras sus prioridades. Cuando se les pidió que de manera espontánea mencionaran cuál era el primer problema de Europa, el 60% se refirió a la crisis de los refugiados. Como solución, hay una predisposición a preferir una limitación de los flujos más que a favorecer la acogida y la integración, sobre todo en los dos países de Europa central encuestados, donde la inquietud está más extendida a pesar de que reciben un número menor de refugiados.
La fundación alemana Bertelsmann aporta datos en su informe Border Protection and Freedom of Movement que confirman esta tendencia: el 79% de los europeos es favorable a una política migratoria y de asilo común. De hecho, según el 87% la Unión Europea tiene la responsabilidad de gestionar «la protección de sus fronteras exteriores». Asimismo, el 79% de los europeos cree que la política de cuotas es la mejor solución para compartir con solidaridad los costes de la hospitalidad, si bien el porcentaje de apoyo a esta política desciende a 54% en Europa central. Interrogados sobre si habría que imponer sanciones a los países que rechacen su respectiva parte, solo el 41% de los ciudadanos de Europa central lo considera oportuno, mientras que el 77% de los habitantes de Europa occidental apoya la medida.
La segunda prioridad de los europeos es el desempleo (36%), sobre todo para los franceses (44%), para los italianos (45%) y para los españoles (45%). En tercera posición se encuentra la activación de la economía (35%), seguido de lejos por la lucha contra el terrorismo (15%), la reducción de la deuda (13%) y la paz (12%), que no son, de acuerdo con el documento de la fundación Friedrich Ebert, «verdaderos problemas para los europeos».
Todo los ciudadanos, con independencia del país del que proceden, están preocupados por el futuro de su economía nacional. Si bien los alemanes y los neerlandeses son los más optimistas, lo son solo en una minoría del 46%. Por su parte los más pesimistas son previsiblemente los mediterráneos: los españoles (82%) y los italianos (80%), seguidos de los franceses (75%).
QUÉ SIGNIFICA EUROPA
Existe una gran disparidad a la hora de evaluar si la pertenencia del propio país a la Unión Europea favorece los quehaceres cotidianos de los ciudadanos. En general, un tercio de los europeos está satisfecho con los resultados y casi la mitad considera que, si bien Europa supone riesgos, también aporta a cambio muchos beneficios. Los españoles son los más optimistas (44%), seguidos de los alemanes (34%), mientras que los más escépticos son los franceses, los neerlandeses, los italianos y, en un 44%, los checos.
Para el 52% de los encuestados, la Europa actual es democrática, pero un 44% desearía ver un Parlamento Europeo con mayores competencias. Sobre el papel que la Comisión ha de desempeñar las opiniones no son unánimes: los neerlandeses (45%) y los suecos (39%) preferirían reducir sus competencias, mientras que el 53% de los italianos y el 49% de los españoles son partidarios de aumentarlas. Por su parte, el 38% de los europeos, sobre todo en la República Checa y en los Países Bajos, menciona el célebre déficit democrático de la Unión y estima que la UE es incluso «antidemocrática».
El 45% de los encuestados en Francia apoya al Frente Nacional porque estima que su gestión de la crisis de refugiados podría ser eficaz, una impresión que se repite en Italia y en los Países Bajos.
Si bien el debate sobre el futuro de una Europa más social está en pleno auge, el estudio confirma que para el 52% de los europeos la Unión ya es más social que antisocial, con la excepción de Suecia, debido probablemente al grado de desarrollo de su Estado del Bienestar. De la misma manera, una mayoría considera que Europa se inclina más por los empresarios que por los empleados y que la prosperidad de que aún disfruta Europa está en pleno declive. Además, una parte significativa de los ciudadanos opina que la UE tiende más a tutelar que a dar libertad, por lo que se aleja, afirman, de los ideales de los padres fundadores.
QUÉ PARTIDOS APOYAN LOS EUROPEOS
Los tableros políticos tradicionales han sufrido duros envites. A la pregunta de a qué partidos políticos les concede mayor confianza para la gestión de la crisis de los refugiados, un tímido 17% menciona al grupo de Socialistas y Demócratas (S&D), gracias al apoyo que estos obtienen sobre todo en Alemania, en Suecia, en Italia y en Francia. En segundo lugar se encuentran los conservadores (reagrupados en el Partido Popular Europeo, PPE) con un 13% debido en gran medida a la popularidad de la CDU/CSU de Angela Merkel en Alemania y del Partido Popular de Mariano Rajoy en España. El tercer puesto lo ocupan, casi al mismo nivel que el segundo (11%), los partidos de extrema derecha, unidos en la conocida como «La Europa de las naciones y de las libertades» (ENL), del que forma parte el Frente Nacional francés de Marine Le Pen, seguidos muy de cerca (7%) por los xenófobos de «La Europa de la libertad y de la democracia directa» (ELDD), comandados por el UKIP británico. En este sentido, el 45% de los encuestados en Francia apoya al Frente Nacional porque estima que su gestión de la crisis de refugiados podría ser eficaz, una impresión que se repite en Italia y en los Países Bajos.
Ahora bien, si el área de trabajo es la económica, es decir, el desempleo y el crecimiento, las respuestas son algo distintas. Si para resolver el primero el 19% de los europeos se fía de los socialistas, seguidos de los conservadores al 14%, a la hora de estimular la economía es el Partido Popular Europeo el que obtiene una confianza mayoritaria al 20%, seguido del grupo S&D al 17%. Algo parecido ocurre en la lucha contra el terrorismo, pues los conservadores (16%) recaban más apoyo que los socialistas (9%). Lo significativo, sin embargo, es que una misma proporción de ciudadanos (16%) apoya a los grupos ENL y ELDD en esta materia.
El 79% de los europeos considera que «la libre circulación se debe defender a cualquier precio».
Según el nivel de vida, parece que las clases más populares tienden a ser más receptivas a los discursos de extrema derecha y a alejarse de los partidos tradicionales, excepto en España, donde no existen partidos xenófobos. Lo más preocupante, sin embargo, es la desconfianza generalizada que parece producirse en un tercio de la población, que afirma no confiar en ningún partido, independientemente del tema tratado.
QUÉ FUTURO LE ESPERA A EUROPA
«Vamos lento porque vamos lejos»: los europeos parecen favorecer una mayor integración en un número creciente de campos. Para el 57% de los encuestados, la libre circulación entre Estados miembros, en particular de la mano de obra, es sagrada. Los más entusiastas son los eslovacos (74%), los italianos (73%), los españoles (66%), los checos (64%) y los alemanes (59%). La presencia de este último país, afirma el documento, se explica porque es Alemania la que más se ve beneficiada de la movilidad laboral en el seno de la UE. También son contundentes los datos facilitados por el informe de la fundación Beltelsmann: el 79% de los europeos considera que «la libre circulación se debe defender a cualquier precio».
En materia económica, los europeos son muy favorables, contra todo pronóstico, a las transferencias fiscales entre Estados miembros. Las diferencias registradas entre países no corresponden, curiosamente, al papel de cada Estado en tanto que contribuyente o beneficiario.
Asimismo, según el estudio de la fundación Friedrich Ebert, el 58% de los encuestados considera que aquellos trabajadores que se desplacen a otro Estado miembro y que, por ende, paguen sus impuestos en dicho país, han de disfrutar de los mismos derechos que los nacionales en materia social, aunque «solo después de un cierto tiempo en el país». Este condicionante último tiene especial importancia en Alemania y en los Países Bajos. Los españoles (70%) y los italianos (47%), en cambio, prefieren una asistencia sin condiciones desde que la persona cotice en el país receptor.
En materia económica, los europeos son muy favorables, contra todo pronóstico, a las transferencias fiscales entre Estados miembros. Las diferencias registradas entre países no corresponden, curiosamente, al papel de cada Estado en tanto que contribuyente o beneficiario: una mayoría de franceses y de checos se oponen mientras que los alemanes, los suecos y los eslovacos las apoyan. Cuando se les pregunta cuál debería ser la respuesta de las autoridades europeas en los casos en que un Estado miembro viole las reglas comunitarias, como fue el caso de Grecia en julio de 2015, los ciudadanos mediterráneos (españoles, italianos y franceses) rechazan su exclusión, incluso temporal, del club, mientras que el 81% de los alemanes y de los suecos afirma que le parece razonable. Por su lado, en lo relativo a la adhesión de nuevos miembros a la Unión, solo el 31% se opone abiertamente y el resto se muestra indiferente o favorable, sobre todo en Francia y en Italia, si bien esta admisión suscita un mayor escepticismo si los países en cuestión son Turquía o Albania.
Parece haber un consenso sobre la necesidad de constituir un impuesto europeo a las grandes corporaciones para desincentivar la creación de paraísos fiscales en la Unión Europea.
Los europeos buscan también una mayor integración en otros campos. Aunque seis de cada ocho europeos prefieren que la gestión de los sistemas de protección social permanezca bajo control nacional, la mayoría está de acuerdo en avanzar en materias tales como la energética y la migratoria (en esta última se ha de excluir a Eslovaquia y a la República Checa) o en la protección de los datos personales en Internet. De la misma forma, parece haber un consenso sobre la necesidad de constituir un impuesto europeo a las grandes corporaciones para desincentivar la creación de paraísos fiscales en la Unión Europea y sobre la pertinencia de armonizar los tipos impositivos de sociedades para frenar la competencia desleal entre países.
Después de años de euroescepticismo rampante, pues, hay nuevos motivos para el optimismo, pero también para la desesperanza. Es por ello por lo que los políticos deberían poner en marcha con total urgencia una política que refuerce y consolide esta tímida remontada en el apoyo ciudadano al proyecto europeo. La gestión de las crisis económica y migratoria han dejado —qué duda cabe— una profunda cicatriz en la opinión pública de los ocho países encuestados, pero los ciudadanos también parecen tomar consciencia de que la solución solo pasa por una integración más profunda. Si los Países Bajos, Suecia, la República Checa y Eslovaquia son más escépticos a este respecto, otros como España, Italia, Alemania y Francia están dispuestos a dar el paso. Por suerte, son siempre más numerosos los desafíos que los europeos asocian a la Unión, pues parecen entender que los problemas nacionales suelen requerir, más a menudo de lo previsible, una respuesta concertada. Bienvenidos a LA MIRADA EUROPEA.
En homenaje a mis padres, a quienes debo todo, y en especial a mi padre, un gran periodista
Los informes:
La Unión Europea ante grandes desafíos: ¿cuáles son las expectativas y las preocupaciones de los europeos? Una encuesta representativa a ocho países (febrero de 2016), el informe de la Fundación Friedrich Ebert, por Richard HILMER (en inglés).
Protección de las fronteras y libre circulación: ¿qué espera la población de las políticas migratoria y de asilo? (febrero de 2016), el informe de la Fundación Bertelsmann, por Catherine DE VRIER y Isabell HOFFMANN (en inglés).