Recogemos el testimonio de una italiana que ha emigrado a Londres, en el que explica por qué ha decidido cambiar de país a pesar de que su corazón permanece en Italia.
Rafael Guillermo LÓPEZ JUÁREZ (traducción)
Hoy es un día gris y lluvioso en Milán y yo me despierto temprano también el sábado por la mañana porque tengo que organizar las cosas de una vida en dos maletas y luego partir. En este momento histórico para nuestro país, solo podía utilizar mi historia para contar qué significa de verdad ser joven en Italia.
Yo siempre he sido afortunada: he viajado desde pequeña y con varios intercambios en el extranjero he aprendido inglés. He sido siempre una persona curiosa y elegí, tras acabar la carrera en la Universidad Bocconi de Milán, irme definitivamente de Italia más por tener una nueva experiencia que por necesidad. Comencé a mantenerme por mí misma trabajando en distintas ciudades europeas, luego en Estados Unidos y más tarde en el Sudeste Asiático, siempre en busca de nuevas oportunidades para crecer profesionalmente.
He sido siempre una persona curiosa y elegí, tras acabar la carrera en la Universidad Bocconi de Milán, irme definitivamente de Italia más por tener una nueva experiencia que por necesidad.
Después de diez años de «cerebro fugado» decidí volver a Italia, gracias a una pequeña start-up de Silicon Valley que me contrató para lanzar su aplicación. He estado en Italia cinco años y he entendido muchísimas cosas. En primer lugar, que el nuestro es el país más bonito del mundo. Segundo, que no solo nosotros, los italianos, sino también muchísimos extranjeros soñarían con vivir en Italia. Tercero, que somos un país lleno de talento y que este talento está de verdad presente en cada esquina. Por último, que tenemos una actitud que nos distingue, la capacidad para apañárnoslas en todas las situaciones, lo que en inglés estadounidense llaman street smart.
Sin embargo, también he entendido que todo esto no basta y con gran tristeza elijo hoy volver a coger las maletas. Creo que la política se ha equivocado desde el principio llamándonos «cerebros fugados», porque yo como tantos otros no quiero fugarme, sino que nos vemos obligados a elegir una vida más dura en cualquier ciudad extranjera con tal de llevar adelante nuestras ambiciones.
Aquí nosotros venimos a trabajar, no tanto a vivir, y por desgracia esta es la elección que tenemos que hacer.
Hoy vuelvo a vivir en la quinta «ciudad italiana», precisamente Londres, donde hay casi 300.000 italianos que la han escogido como yo. Londres es una ciudad cara, que cansa, donde se come muy mal, donde los tiempos de transporte superan a menudo los cuarenta y cinco minutos para llegar a la oficina, apretujados como sardinas en un metro lleno a rebosar. Se vive en casas con muros de cartón piedra, con frecuencia con varios compañeros de piso para reducir costes. Pero las oportunidades son muchísimas. Aquí en Londres se fomenta a los emprendedores, se confía en los jóvenes. Hay cientos de miles de oportunidades de trabajo y el contrato a tiempo determinado no existe. Si eres bueno las empresas te ascienden y si no dejan que te vayas. Aquí nosotros venimos a trabajar, no tanto a vivir, y por desgracia esta es la elección que tenemos que hacer. Cada mes ahorramos una parte de nuestro salario y saltamos al primer avión para volver a casa, con la alegría de volver a ver un atardecer en nuestro maravilloso mar.
Yo en la quinta ciudad de Italia encuentro la ambición, la veo en los ojos de los italianos que trabajan a destajo en esta ciudad y que no se rinden porque quieren más.
Con tres socios italianos he decidido abrir una empresa innovadora, que pudiese revolucionar el mercado financiero. Hoy somos dieciséis trabajadores en nuestras oficinas en Turín, algunos también cerebros que vuelven. El talento lo hemos encontrado, pero si queremos crecer y convertirnos en una de esas empresas emergentes que de verdad mejora, que se beneficia de importantes capitales y que se expande en Europa, estamos obligados a tener una sede central, que de verdad esté en el centro de Europa. No somos los primeros que tomamos esta decisión, pues empresas emergentes fundadas por italianos en Londres hay muchas, y no seremos los últimos. Aquí se contrata en pocas semanas y el coste empresarial de un nuevo empleado es exactamente ese coste bruto que has elegido ofrecer. Aquí la financiación se encuentra escribiendo un correo a los fondos de capital riesgo, y los impuestos de sociedades se pagan en línea. Aquí a una mujer no le preguntan nunca si tiene intención de tener un hijo antes de decidir financiarle su start-up. Y en estas circunstancias incluso las empresas pequeñas como la mía se ven obligadas a irse, y el trabajo lo crean en otra parte. Y lo que queda es un país que se conforma con políticas asistencialistas porque es la única opción para ganar votos.
Yo en la quinta ciudad de Italia encuentro la ambición, la veo en los ojos de los italianos que trabajan a destajo en esta ciudad y que no se rinden porque quieren más. Estas son las personas que a mí todos los días me inspiran y que me hacen la vida lejos de casa más serena. Solo aquí encuentro la pasión, las ganas de compartir los sueños, la determinación, esas cualidades italianas que, poco a poco, están desapareciendo de la península. No quiero que se desvanezcan del todo, por eso seguiré trabajando para cazar a nuestros talentos en cada región de Italia, para poder contar sus historias.
Benedetta Arese Lucini
Artículo publicado en La Stampa el 22 de marzo de 2018
Léelo en italiano:
Ciao cara Italia, vado a Londra dove c’è il lavoro (marzo de 2018), La Stampa, por Benedetta Arese Lucini (en italiano).
Sigue leyendo:
Por qué los italianos se mudan en masa a España (marzo de 2018), El Confidencial, por Daniel BORASTEROS (en español).