Por qué los inmigrantes no roban el trabajo a nadie

La mayor parte de los ciudadanos no son racistas. La gente quiere un trabajo digno, pero si los políticos se empeñan en aplicar medidas que impiden el crecimiento, si no atajan la corrupción o la evasión fiscal de las grandes fortunas, entre otras políticas, la gente, frustrada, descarga mal su rabia sobre el primer chivo expiatorio que le señalen. Ese chivo son hoy los inmigrantes. Sin embargo, ellos no son un problema para nuestra economía, sino una oportunidad para que esta se expanda.

 Rafael Guillermo LÓPEZ JUÁREZ

Los líderes políticos deben encontrar la valentía de afrontar la cuestión migratoria. A tenor del Brexit y de lo sucedido en las últimas elecciones en Francia, en Alemania y en Italia, por no hablar de Polonia o de Hungría, que provoca angustia, estos deben explicar con urgencia a la ciudadanía europea que los migrantes son una oportunidad, no una carga.

Entre 2015 y 2016, un millón y medio de migrantes llegaron a Europa. Si tenemos en cuenta que la población europea es de unos 500 millones, veremos que el impacto es limitado: se trata solo de un incremento de población del 1,5%. En otras palabras, los inmigrantes que llegan a Europa, incluso en épocas de grandes flujos como ahora con las crisis en el Mediterráneo, suponen números muy gestionables para un continente como el nuestro. El problema no es la inmigración, por tanto, son las políticas o, mejor dicho, los políticos, y es que hoy los ciudadanos han perdido, con razón, la confianza en la capacidad de sus políticos para encontrar una solución duradera.

CON LOS INMIGRANTES CRECEMOS

Olvidemos en esta ocasión el intercambio cultural, el enriquecimiento mutuo que supone el convivir con personas de muchos países. Esta vez no habrá cantos a la humanidad, pero sí analicemos los datos económicos puros y seamos claros: los inmigrantes a medio y largo plazo favorecen el crecimiento económico de nuestros países. Ningún dato económico puede desmentir esta afirmación.

Los inmigrantes que llegan a Europa, incluso en épocas de grandes flujos como ahora, suponen números muy gestionables para un continente como el nuestro.

Hay muchas ventajas. Los inmigrantes suplen importantes vacíos de trabajadores tanto en sectores en retroceso como en nuevos sectores dinámicos de nuestra economía, aportando sus conocimientos. Como los locales, los inmigrantes jóvenes suelen estar mejor formados que los trabajadores a punto de retirarse y aportan toda su experiencia, adquirida en sus países de origen. Los inmigrantes, además, acompasan los cambios estructurales de nuestro modelo productivo.

El erario público también se beneficia. Los foráneos contribuyen más en impuestos y en contribuciones sociales de lo que reciben en prestaciones sociales. De hecho, está demostrado que los inmigrantes a los que se les permite trabajar legalmente tienen un impacto muy positivo en las arcas públicas.

La inmigración, asimismo, permite reequilibrar la pirámide de población incrementando la franja de personas en edad de trabajar, lo que permite garantizar las pensiones a corto y medio plazo. Y por si fuera poco, los inmigrantes llegan en general con nuevas destrezas que contribuyen al desarrollo del capital humano del país receptor y favorecen la innovación y el progreso tecnológico.

EL RELATO CARICATURESCO FRENTE A LOS DATOS PUROS

Digamos que, si saliésemos de la caricatura del imaginario colectivo que pinta al inmigrante como un trabajador que viene a robar el trabajo al pobre europeo (sí, esto es un prejuicio que no se basa en ningún dato real), podríamos ver que el inmigrante es una persona que viene a trabajar, si lo dejan, en situación legal, cobrando un salario digno y pagando sus impuestos como el resto de ciudadanos.

Sus impuestos no solo permiten mejorar las contribuciones a las arcas públicas y, por ende, la financiación de todos nuestros servicios públicos (educación, sanidad, dependencia, etc.), sino que este trabajador es asimismo un consumidor. Porque, efectivamente, nuestro migrante no solo no roba el trabajo a nadie, sino que además repercute positivamente en nuestra economía cuando consume: cuando adquiere comida, cuando cena en un restaurante, cuando sale de compras, cuando va al teatro o a la ferretería de la esquina. Esto significa que nuestro migrante no solo no «quita» el trabajo a nadie, sino que permite que el «volumen» total de la economía, es decir, el número de trabajadores y de consumidores y, en consecuencia, el tamaño de nuestra capacidad productiva, aumente. Dicho de otro modo, no solo supone disponer de un trabajador más, sino también de un consumidor más. Y contar con un nuevo cliente es positivo para la economía local, a condición, claro, que dicho inmigrante pueda trabajar legalmente.

Está demostrado que los inmigrantes a los que se les permite trabajar legalmente tienen un impacto muy positivo en las arcas públicas.

En caso contrario, estaríamos ante un caso de explotación laboral por parte de un local (de un local, no de un inmigrante) que lo contrata sin declararlo, sin que pueda pagar impuestos y contribuir a las arcas públicas y sin que pueda cobrar un salario digno y, por tanto, sin que pueda consumir. En otras palabras, el local nos estaría estafando a todos. Claro, en este caso la culpa es del contratante aprovechado y no del migrante, que no tiene más remedio que dejarse explotar, seguramente contra su propia voluntad, porque la alternativa es peor. Sin embargo, es de esta situación de la que surge la falsa idea de que un inmigrante roba el trabajo al trabajador local, pero ¿de quién es la culpa?, ¿del inmigrante o del empresario europeo que lo contrata aprovechándose de él y robándonos a todos? La respuesta es obvia.

LA POLÍTICA TIENE LA LLAVE

Ahora bien, si hay alguien a quien habría que culpar es al político, porque es él el que permite que esta situación se produzca, degenere y se multiplique, sin beneficio para el inmigrante, ni para el resto de trabajadores de la zona, ni para la economía, ni para las arcas públicas. Y todo este embrollo inútil se produce porque los líderes no quisieron legalizar al migrante, o dicho en términos macroeconómicos, no quisieron dar seguridad jurídica al nimio incremento del 1,5% de la población europea.

Además de trabajar, el inmigrante consume bienes y servicios, por lo que contribuye al desarrollo de la economía.

A todos aquellos que tras leer este artículo estén pensando que, si legalizáramos a todos los inmigrantes, vendrían más, valdría la pena recordarles que muchos preferirían vivir en su tierra natal, con sus seres queridos, donde vivieron su infancia. La mayoría de los migrantes no emigra por placer y una parte de los que lo hacen vuelven a sus tierras tras una estancia más o menos larga en el país europeo. El debate de si deberíamos abrir las puertas y permitir todo flujo es otro: aquí debatimos qué supone para la economía una vez que llegan.

Por eso, la próxima vez que les señalen la inmigración como el problema de nuestro país, señalen ustedes al que señala, al político, pues su incompetencia o su cálculo electoral es la verdadera causa del dislate existente. Los políticos tienen el deber de crear las condiciones económicas para que la economía crezca y para que los trabajos sean dignos para todos, locales y no locales. Si no lo hacen, la culpa es suya, no de los inmigrantes. Que nadie lo olvide.

Haz clic en la foto para ver el tráiler en español de la película Marea humana, de Ai Weiwei, un documental de implacable impulso moral:

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Sigue leyendo:

Desbancando el mito del inmigrante que roba empleos (abril de 2015), New York Times, por Adam DAVIDSON (en español).

Datos que desmontan los falsos mitos y leyendas sobre la inmigración (noviembre de 2015), El Huffintong Post, por Gloria RODRÍGUEZ-PINA (en español).

¿Los inmigrantes nos quitan el trabajo? (septiembre de 2015), Politikon, por Jorge GALINDO (en español).

Entrevista al presidente de la Organización Internacional para las Migraciones (IOM): no existe una crisis migratoria, sino una emergencia política (febrero de 2018), EurActiv, por Daniela VINCENTI (en inglés).

Construir una agenda positiva para el mediterráneo (diciembre de 2017), EurActiv, por Fathallah SIJILMASSI, Secretario General de la Unión por el Mediterráneo (en inglés).

¿Es la inmigración buena para la economía? (mayo de 2014), informe de la OCDE (en inglés).