Suena ridículo, pero así es. Tras la caída de Matteo Renzi y del gobierno del Partido Democrático en Italia, el presidente francés, Emmanuel Macron, encarna el único atisbo de europeísmo del continente. La semana pasada se dirigió al Parlamento Europeo en una cita histórica para advertir no solo de las artes seductoras del retroceso iliberal, sino sobre todo de los egoísmos nacionales que lo están avivando.
Rafael Guillermo LÓPEZ JUÁREZ
Nada resulta normal, indicó Emmanuel Macron, porque «está emergiendo una especie de guerra civil europea». Dejadas de lado las ambiciones proclamadas en la Sorbona en septiembre de 2017, el primer discurso del presidente francés en el Parlamento Europeo fue muy realista. Macron parece haber comprendido la tozudez del bloqueo permanente alemán y por ello eligió términos duros. Acaso no vemos, dijo, que en el actual contexto «están surgiendo de nuevo nuestros antiguos egoísmos nacionales», en un continente dividido «entre el este y el oeste, entre el norte y el sur, entre países grandes y pequeños». Nada más peligroso.
«Mi generación se está permitiendo el lujo de olvidar lo que sus predecesores vivieron» (Emmanuel Macron)
El presidente francés, acogido con aplausos más tímidos de lo previsto en un parlamento europeo supuestamente europeísta, habló de la necesidad de construir una nueva «soberanía europea que proteja a los ciudadanos». Citó en varias ocasiones el contexto internacional y explicó que es necesario «escuchar la rabia de los ciudadanos» para construir una Europa mejor, una Europa más útil. Pidió evitar «la vuelta al nacionalismo del pasado que ya hemos experimentado» y advirtió de que su generación no ha conocido la guerra y de que, por ello, «se está permitiendo el lujo de olvidar lo que sus predecesores vivieron»: «yo no quiero pertenecer a una generación de sonámbulos que ha olvidado su propio pasado y los tormentos de su proprio presente», espetó.
¿UN PRESUPUESTO MAYOR?
Macron criticó la terrible parálisis e indicó frentes en los que la UE debe actuar sin freno hasta el fin de la legislatura. En lo referido a la crisis de refugiados, explicó, es urgente «desbloquear la reforma de Dublín, sobre la que existe un debate envenenado» y lanzar un «programa europeo para financiar a las comunidades locales que acogen a refugiados», lo que significa más dinero para quienes acogen, pero sin obligaciones. Insistió también en el impuesto europeo del 3% a los grandes grupos de la web (realmente muy insuficiente pero mejor que nada) para «obtener recursos propios que nos permitan configurar un presupuesto europeo». Por último, mencionó la reforma de la eurozona, para completar la unión bancaria.
El parlamento parecía una cámara agostada y no la casa de los europeístas.
Al nombrar su propuesta estrella, el presupuesto del 10% del PIB europeo para la eurozona, que no termina de ver la luz por la marea de resistencias, sobre todo provenientes de Alemania y de otros países del norte, el aplauso que suscitó fue casi imperceptible. El parlamento, dominado por los conservadores, parecía una cámara agostada y no la casa de los europeístas. Una vergüenza colectiva.
FRANCIA ESTÁ DE VUELTA
Emmanuel Macron también tuvo tiempo para hablar de seguridad. Citó el proyecto de defensa comunitaria y presumió de que «ante países como Rusia, la UE ha sido capaz de mostrar una posición común». En el ámbito comercial señaló la premura con la que se han de defender los sectores estratégicos de las inversiones extranjeras y nombró la necesidad de poner en marcha ya un impuesto europeo a las emisiones de dióxido de carbón. También habló de «soberanía digital europea» y dedicó con sarcasmo unas palabras a «nuestros aliados estadounidenses», que hoy «ceden ante sus propias responsabilidades», sobre todo en lo relativo «a la lucha contra el cambio climático y al comercio libre».
Emmanuel Macron afirmó que Francia estaba lista para hacer su parte del trabajo en lo que se refería a aumentar la contribución del país a las arcas europeas. Sin embargo, exigió al resto de potencias que hicieran lo mismo para refundar el presupuesto europeo, que «ha de reflejar la idea común de un proyecto político de coherencia y de convergencia». O dicho de otro modo: de eficiencia y de solidaridad.

Su propuesta de creación de al menos dos nuevos impuestos para Europa, comentó, serviría para financiar proyectos comunes a todos los europeos como son la defensa o la inmigración. Y lanzó una pulla: si bien confirmó estar de acuerdo con que los fondos europeos estén condicionados al respeto de ciertos parámetros fiscales, una propuesta alemana, recordó al país germano que dichos parámetros también han de responder a criterios sociales. Una advertencia necesaria.
LA COMISIÓN, SATISFECHA
Jean-Claude Juncker elogió a Emmanuel Macron por el apoyo de Francia a las propuestas de la Comisión Europea, pero le hizo presente que «Europa no es solo francoalemana» y que «para que funcione el motor también se requiere la aportación de los otros países». Por su parte, el socialdemócrata alemán Udo Bullman avisó al presidente francés de los traspiés que están por venir de Berlín de parte de los «muchos nuevos Schäuble», aludiendo al ex ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, artífice de la austeridad, enemigo declarado de la solidaridad europea y contrario a todas las reformas que necesita hoy el proyecto comunitario para que funcione y sea atractivo a los ciudadanos.
UNAS PROPUESTAS EN LA BUENA SENDA
Las propuestas del presidente francés no son nuevas; llevan años siendo elaboradas y contrastadas en los laboratorios universitarios y de política pública del continente, pues permiten superar las muchas deficiencias del actual entramado institucional y económico europeo. Es por eso por lo que desde hace tiempo los europeístas reclaman su puesta en marcha.
En este sentido, la única diferencia con el pasado es que hoy, por primera vez en diez años, contamos por fin con un presidente europeo que desea hacerlas realidad.
El socialdemócrata alemán Udo Bullman avisó al presidente francés de los traspiés que están por venir de Berlín de parte de los «muchos nuevos Schäuble».
Por supuesto, se pueden alegar ciertas discrepancias, como por ejemplo que el presupuesto resultante de las reformas habría de usarse menos para defensa y más para una inversión pública que permita relanzar nuestras economías y la creación de empleo en las regiones que sufren precariedad y alta desocupación. También cabría objetar que, en lugar de un 3%, se imponga un 20% o un 25% de impuestos a los grandes grupos de la web. Otro recurso propio que debería integrarse en el presupuesto común es la tasa a las transacciones financieras y, de la misma manera, se debería dotar a la UE de nuevos instrumentos para luchar sin cuartel contra el fraude fiscal. Pero estos son, aunque muy importantes, detalles, debatibles en un verdadero debate europeísta. Lo más importante es que, sea muy o poco ambicioso, más o menos de derechas o de izquierdas, el rumbo es el correcto: más Europa.
Es por ello por lo que defendemos y defenderemos a capa y espada el proyecto de Emmanuel Macron para la Unión Europea. Ponerlo en práctica, por supuesto, no va a ser en absoluto fácil. Sus ideas no solo se encuentran con la oposición frontal de los antieuropeos declarados (extremistas y populistas varios), sino también de los falsos europeístas como lo son los actuales líderes conservadores alemanes. Estos inmovilistas no desean construir una Unión que favorezca también a los países del sur y del este; ellos quieren una Europa que funcione solo para ellos, y punto. Su oposición, sin embargo, no debería ser motivo de pesadumbre porque los europeístas llevan razón y, precisamente por esto, terminarán logrando sus reformas. Le pese a quien le pese.
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Revive aquí el discurso entero de Emmanuel Macron en el Parlamento Europeo el pasado 17 de abril de 2018 (en francés).