Los socialdemócratas europeos están de vuelta, al menos en apariencia. Aquí desgranamos su manifiesto electoral, que recoge muchas propuestas defendidas por economistas de prestigio en los últimos años. ¿Se quedará todo en papel mojado? La falta de credibilidad del discurso socialdemócrata será el talón de Aquiles que perseguirá al candidato socialista, pero es posible que den la sorpresa, sobre todo gracias a países como España, donde cosechan un amplio apoyo que no deja de crecer.
Rafael Guillermo LÓPEZ JUÁREZ
Sobre el papel todo pinta bien. En 2017, tras varios meses de consultas públicas, la Comisión, el Consejo y el Parlamento Europeo proclamaron conjuntamente el pilar europeo de derechos sociales. Subrayaban así el apoyo unánime de todas las instituciones de la UE a los principios y derechos recogidos en el pilar, estructurados en torno a tres grandes ejes: igualdad de oportunidades y acceso al mercado laboral; condiciones equitativas de trabajo; y protección e inclusión sociales (lee aquí la declaración).
Otra cosa es aplicarlos. Para ello se requiere la acción conjunta, adivinen, sí, de los Estados miembros. Si la UE tuvo sin duda el mérito de liderar la iniciativa, ahora la traducción en medidas concretas ha de hacerse «dentro del pleno respeto de las competencias de los Estados miembros y de las tradiciones del diálogo social».
Es precisamente en este marco en el que los socialistas buscan un abanico de medidas para convertir la política social en su bandera para las próximas elecciones europeas.
FRANS TIMMERMANS: EL CANDIDATO POLÍGLOTA
Socialista holandés de acreditada carrera política, ex ministro de asuntos exteriores de los Países Bajos entre 2007 y 2010, hoy vicepresidente de la Comisión Europea a cargo de las relaciones interinstitucionales y del Estado de Derecho, Frans Timmermans ha demostrado ser un político de primer orden. Ahora ha sido elegido candidato de consenso para ocupar el puesto de presidente de la Comisión Europea en caso de que los socialistas ganen la contienda electoral.
Timmermans estuvo en España el 8 de marzo, donde presentó su apoyo sin ambages a las reivindicaciones feministas.
Frans Timmermans domina las lenguas. Este es un elemento que llama la atención a primera vista. El candidato habla, además de neerlandés, un inglés, un francés y un italiano exquisitos. Además, logra defenderse de forma más que convincente en español, como demostró en un reciente mitin en España en compañía del presidente del gobierno, Pedro Sánchez.
Como decíamos, el socialista es hoy vicepresidente de la Comisión, pero mientras Michel Barnier y Jean-Claude Juncker pudieron disfrutar de la gloria mediática que les concedía el Brexit, a Frans Timmermans le tocó lidiar con algunos de los asuntos más peliagudos y desagradecidos de esta legislatura, como fueron la cuestión migratoria, la falta de respeto al Estado de Derecho en Polonia o las relaciones con el Parlamento Europeo. Menos mal que no le faltan empatía y determinación.
Timmermans estuvo en Madrid el pasado 8 de marzo, donde presentó su apoyo sin ambages a las reivindicaciones feministas. No fueron pocas las veces que repitió que España en esta materia es la referencia europea. Habla a menudo de recuperar el tiempo perdido, de repensar Europa con creatividad, pero no reniega de su actual papel en una Comisión que muchos socialdemócratas consideran cuanto menos conformista y sumisa en el plano fiscal. Esto es precisamente lo que más le costará explicar: cómo conjugar el perfil de adalid de un tiempo nuevo y de una nueva línea ideológica con su responsabilidad al frente de la Comisión saliente.
UN PROGRAMA NUEVAMENTE SOCIALDEMÓCRATA
Los socialistas llevaban años en tierra de nadie, desdibujados en una marisma socioliberal que los había confundido con los verdaderos liberales de centroderecha. A juzgar por el manifiesto presentado se podría decir que han vuelto donde tradicionalmente se situaban: a la izquierda.
Así, los socialistas asumen un argumento revolucionario: que Europa aún arrastra los costes sociales de la crisis de 2008 y que es urgente una política que luche contra la desigualdad, contra el cambio climático y a favor de la justicia fiscal. «Un cambio de liderazgo y de rumbo político», prometen, «dejando atrás modelos neoliberales y conservadores del pasado» para construir un proyecto de futuro que inspire y anime a los europeos.
Los socialistas asumen que Europa aún arrastra los costes sociales de la crisis de 2008 y que es urgente una política que luche contra la desigualdad.
Los socialistas se comprometen a luchar contra los contratos de cero horas, contra los falsos autónomos y contra el trabajo sin contrato y desean establecer un mecanismo de seguro europeo por desempleo que apoye a los Estados en caso de fuerte aumento de la desocupación. Abogan también por una Autoridad Laboral Europea y un Plan de Acción Social para «convertir el Pilar de Derechos Sociales de la UE en normas vinculantes que refuercen los Estados del Bienestar».
Proclaman también el fin de la austeridad por medio de un Plan de Inversiones a largo plazo que prepare a las industrias y a los trabajadores para que puedan beneficiarse de la transición ecológica y de la revolución digital. Más sustancial aun: proponen una reforma profunda de la zona euro y del presupuesto europeo, así como revisar las normas fiscales para que fomenten el crecimiento sostenible y el empleo. Prometen luchar contra la evasión fiscal y frenar la competencia a la baja del impuesto de sociedades.

También se comprometen a «renovar la industria europea» para que la UE sea líder en energías renovables y alcanzar la neutralidad climática en 2050, acordada recientemente en el Consejo Europeo, a pesar de las reticencias de Alemania; y abogan por un plan de vivienda asequible y de transporte público limpio en Europa. En materia de libertades, prometen seguir luchando «contra los que predican el odio, la intolerancia y la discriminación contra los demás». Especial énfasis les merece la lucha feminista, para la que prevén una Estrategia Europea de Igualdad de Género vinculante, que combata la brecha salarial, el acoso sexual y la violencia de género y favorezca la igualdad hombre-mujer en el seno familiar. Asimismo, abogan por una Garantía Infantil Europea para que todos los niños vean asegurada su asistencia sanitaria, su educación, así como una vivienda y una alimentación de calidad; y por reforzar la Garantía Juvenil que ayuda a la inserción de los jóvenes en el mercado laboral.
También hacen suya la reivindicación de la asociación Europeístas, promovida entre otros por LA MIRADA EUROPEA, para que el 9 de mayo, día de Europa, pase a ser festivo en todos los Estados miembros. Por último, proponen luchar contra la corrupción y defienden una Unión de la Defensa, con una política común de asilo y migración justa, basada en la corresponsabilidad de los Estados, y con un control de las fronteras más estricto «para combatir la trata de seres humanos y la explotación delictiva de personas y mejorar la protección de quienes necesiten asilo». Aunque reconocen nítidamente los beneficios de la inmigración y descartan que hoy estemos inmersos en una «crisis migratoria», proponen abordar las causas que la producen, incluido el cambio climático. En este sentido, proponen un Plan Integral Europeo de Inversiones y una nueva asociación con África, para que el continente vecino se desarrolle económicamente.
ALIADOS A LA IZQUIERDA Y A LA DERECHA
El jefe del grupo socialista en el Parlamento Europeo, el alemán Udo Bullmann, veía urgente en una entrevista con el periódico EURACTIV que todos los partidos progresistas se uniesen para formar una mayoría a favor de las reformas ante el avance de los nacionalismos. De la misma manera, planteaba dudas sobre la fiabilidad del Partido Popular Europeo, cuya relación con los grupos de extrema derecha, afirmaba, como era el caso del gobierno húngaro o italiano, no estaba del todo clara.
«Son las buenas ideas las que importan, no tanto las siglas», mencionaba, dando el visto bueno a que Alexis Tsipras, miembro en realidad de la Izquierda Europea, pudiese formar parte de la alianza progresista. El primer ministro griego, por su parte, recalcó que «todas las fuerzas progresistas de izquierdas, socialistas, socialdemócratas y ecologistas» debían dejar sus diferencias de lado y trabajar juntos para aplicar una visión de progreso y de justicia social.
Muchas de sus propuestas son en realidad medidas debatidas hasta la saciedad en foros académicos de primer orden.
Así como por la izquierda, Bullmann también abrió la puerta a una alianza con el presidente francés, Emmanuel Macron, para cuyo compromiso por Europa solo tuvo palabras de elogio: «aunque ser europeísta es necesario, no es condición suficiente. Necesitamos líderes que estén dispuestos a luchar por una Europa más justa y más sostenible», concluyó.
EN BUSCA DE LA CREDIBILIDAD PERDIDA
En una entrevista a L’Espresso, el pasado 7 de diciembre, Frans Timmermans tuvo que defenderse de las acusaciones de la periodista, Federica Bianchi, quien le recordaba la aparente contradicción de ser a la vez líder del cambio y miembro del actual gabinete.
El candidato socialista respondió que su misión era doble: dar a los ciudadanos la certeza de que la política trabaja para todos, no para unos pocos, y devolver el optimismo a una izquierda que vive en constante flagelación. Añadió que los Estados miembros solo pueden hacer frente a Putin o a Trump si permanecen juntos. El problema, afirmó, es que «si ves el mañana peor que el hoy, y nadie te demuestra que existe un futuro mejor de lo que piensas, acabas creyendo a quien te promete una gloria pasada». Aunque, como decíamos, forma parte del manifiesto presentado por los socialistas, Timmermans no hizo ninguna alusión en la entrevista a los errores cometidos por la actual Comisión, bien por exceso o por defecto de iniciativa, sobre todo en lo relativo a las inversiones públicas y al rigor presupuestario en un contexto como el actual, en el que la unión monetaria y fiscal está incompleta y beneficia solo a los países del norte.
El Partido Socialista Europeo presenta, por tanto, un programa ambicioso de reformas que nada ha de envidiar a las medidas de la izquierda europea o de los liberales y que se erige en baluarte frente al conservadurismo y a la extrema derecha. Muchas de sus propuestas son en realidad medidas debatidas hasta la saciedad en foros académicos de primer orden. Si se aplican con generosidad y rapidez, podrían contribuir a reducir los males de Europa, pero para ello será necesaria una fuerte dosis de generosidad y de cooperación con otros grupos políticos.
El gran riesgo, como siempre, es que todo se quede en grandes intenciones, pero confiamos en que los miembros del grupo socialista, como suele ser el caso hoy en el Parlamento Europeo, estén a la altura de las circunstancias históricas que vivimos y respeten el contrato que firmarán con los ciudadanos. El partido socialista desempeña un singular papel en este sentido, en tanto que formación de largo recorrido y mayoritaria. Confiamos en que estén a la altura de sus buenas ideas. Se nos va la democracia en ello.